
A usted sí se lo voy a decir, porque sé que si se lo cuento a usted no se me va a reír en la cara ni me va a regañar. Pero a mi mamá, no. A mamá no le diré nada, porque, de hacerlo, no dejaría de pelearme de regañarme. Y, aunque es casi seguro que ella tendría toda la razón, no quiero oír ningún consejo ni advertencia. Porque no me gustan los consejos ni las advertencias.
Por eso. Porque sé que usted no me va a decir nada, se lo digo todo.
Ya que solamente tengo ocho años, voy
todos los días a la escuela. Y aquí empieza la tragedia, pues debo levantarme
bien temprano -cuando el primeo que me regaló la tía Grande Ángela sólo ha dado
dos voces-, ya que la escuela está bastante lejos.
A eso de las seis de la mañana empieza
mamá a pelearme para que me levante, y ya a las siete estoy sentado en la cama
y estrujándome los ojos. Entonces todo lo demás tengo que hacerlo corriendo:
ponerme la ropa corriendo, llegar corriendo hasta la escuela y entrar corriendo
en la fila, pues ya han tocado el timbre y la maestra está parada en la puerta.
Pero ayer fue diferente, ya que la tía
Grande Ángela debía irse para Oriente y tenía que coger el tren antes de las
siete. Y se formó un alboroto enorme en la casa, pues todos los vecinos
vinieron a despedirla y mamá se puso tan nerviosa que se le cayó la olla llena
de agua hirviendo en el piso cuando iba a echar el agua en el colador para
hacer el café, y se le quemó un pie.
Con aquel escándalo tan insoportable no
me quedó más remedio que despertarme. Y ya que estaba despierto, pues me decidí
a levantarme.
La tía Grande Ángela, después de muchos
besos y abrazos, pudo marcharse. Y yo salí en seguida para la escuela, a pesar
de que todavía era bastante temprano.
Hoy no tengo que ir corriendo, me dije
casi sonriente. Y eché a andar, bastante despacio por cierto. Y cuando fui a
cruzar la calle me tropecé con un gato que estaba acostado en el contén de la
acera. Vaya lugar que escogiste para dormir, le dije, y lo toqué con la punta
del pie, pero no se movió. Entonces me agaché junto a él y pude comprobar que
estaba muerto. El pobre -dije-, seguramente lo arrolló alguna máquina y
alguien lo tiró en ese rincón para que no lo siguieran aplastando. Qué lástima,
porque es un gato grande y de color amarillo que seguramente no tendría
ningunos deseos de morirse. Pero bueno: ya no tiene remedio. Y seguí andando.
Como todavía era temprano, me llegué
hasta la dulcería, que aunque está un poco lejos de la escuela, hay siempre
dulces frescos y sabrosos. En esta dulcería hay también dos viejitas paradas a
la entrada con una jaba cada una y las manos extendidas, pidiendo limosnas… Un
día yo le di un medio a cada una y las dos me dijeron al mismo tiempo:
"Dios te haga un santo." Eso me dio mucha risa y cogí y volví a poner
otros dos medios entre aquellas dos manitas tan arrugadas y pecosas, y ellas
volvieron a repetir: "Dios te haga un santo", pero ya no tenía tantas
ganas de reírme. Y desde entonces, cada vez que paso por allí, ellas me miran
con sus caras de pasas pícaras y no me queda más remedio que darles un medio a
cada una… Pero ayer sí que no podía dar nada, ya que hasta la peseta de la
merienda la gasté en tortas de chocolate.
Y por eso salí por la puerta de atrás,
para que las viejitas no me vieran.
Ya sólo me faltaba cruzar el puente,
caminar dos cuadras y llegar a la escuela.
En el puente me paré un momento porque
sentí una algarabía enorme allá abajo, en la orilla del río. Me arreguindé de
la baranda y miré: un coro de muchachos de todos los tamaños tenía acorralada a
una rata de agua en un rincón y la acosaban entre gritos y pedradas. La rata
corría de un extremo a otro del rincón, pero no tenía escapatoria y soltaba
unos chillidos estrechos y desesperados. Por fin, uno de los muchachos cogió
una vara de bambú y golpeó con fuerza sobre el lomo de la rata, reventándola.
Entonces todos los demás corrieron hasta donde estaba el animal, y tomándolo
entre saltos de entusiasmo y gritos de triunfo, la arrojaron hasta el centro
del río, pero la rata muerta no se hundió y siguió flotando hasta perderse en
la corriente.
Los muchachos se fueron con la algarabía
hasta otro rincón del río. Y yo también eche a andar.
"Caramba-me dije-, qué fácil es
caminar sobre el puente. Se puede hacer hasta con los ojos cerrados pues a un
lado tenemos las rejas que no lo dejan a uno caer en el agua, y del otro, el
contén de las aceras, que nos avisan antes de que pisemos la calle." Y
para comprobarlo cerré los ojos y seguí caminando. Al principio me sujetaba con
una mano de la baranda del puente, pero luego ya no fue necesario. Y seguí
caminando con los ojos cerrados. Y no se lo vaya Usted a decir a mi madre, pero
con los ojos cerrados uno ve muchas cosas, y hasta mejor que si los lleváramos
abiertos… Lo primero que vi fue una gran nube amarillenta que brillaba unas
veces más fuerte que otras, igual que el sol cuando se va cayendo entre los árboles.
Entonces apreté loa párpados bien duro y la nube rojiza se volvió de color
azul. Pero no sólo azul, sino verde. Verde y morada. Morada brillante, como si
fuese un arco iris de esos que salen cuando ha llovido mucho y la tierra está
ahogada de tanta agua que le ha caído arriba.
Y con los ojos cerrados me puse a pensar
en las calles y en las cosas; sin dejar de andar. Y vi a mi tía Grande Ángela
saliendo de la casa. Pero no con el vestido de bolsas rojas que es el que
siempre se pone cuando va para Oriente, sino con un vestido largo y blanco. Y
de tan alta que es, parecía un palo de teléfono envuelto en una sábana. Pero se
veía bien.
Seguí andando. Y me tropecé de nuevo con
el gato en el contén. Pero esta vez, cuando lo rocé con la punta del pie, dio
un salto y salió corriendo. Salió corriendo el gato amarillo brillante porque
estaba vivo y se asustó cuando lo desperté. Y yo me reí muchísimo cuando lo vi
desaparecer desmandado y con el lomo erizado que parecía que iba a soltar
chispas.
Y seguí caminando, con los ojos, desde
luego, bien cerrados. Y así fue como llegué de nuevo a la dulcería. Pero como
no podía comprarme ningún dulce, pues ya me había gastado hasta la última
peseta de la merienda, me conformé con mirarlos a través de la vidriería. Y
estaba así, mirándolos, cuando oigo dos voces detrás del mostrador que me
dicen: "¿No quieres comerte algún dulce?" Y cuando alcé la cabeza vi
con sorpresa que las dependientas eran las dos viejecitas que siempre estaban
pidiendo limosnas a la entrada de la dulcería. Y no supe qué decir. Pero ellas
parece que adivinaron mis deseos y sacaron, sonrientes, una torta grande y casi
colorada hecha de chocolate y almendras. Y me la pusieron en las manos.
Yo me volví loco de alegría con aquella
torta grande. Y salí a la calle.
Cuando iba por el puente con la torta
entre las manos, oí de nuevo el escándalo de los muchachos. Y con los ojos
cerrados me asomé por la baranda del puente y los vía allá abajo, nadando
apresurados hasta el centro del río para salvar a una rata de agua, pues la
pobre parece que estaba enferma y no podía nadar.
Y los muchachos sacaron a la rata del
agua y la depositaron temblorosa sobre una piedra del arenal para que se oreara
con el sol. Entonces los fui a llamar para que vinieran hasta donde yo estaba y
comernos todos juntos la torta de chocolate, pues, después de todo, yo sólo no
iba a poderme comer aquella torta tan grande.
Palabra que los iba a llamar. Y hasta
levanté las manos con la torta y todo encima para que la vieran y no fueran que
era mentira, lo que les iba a decir, y vinieran corriendo. Pero entonces,
"push", me pasó el camión casi por arriba en medio de la calle que
era donde, sin darme cuenta, me había parado.
Y aquí me ve usted: con las piernas
blancas por el esparadrapo y el yeso. Tan blancas como las paredes de este
cuarto donde solo entran mujeres vestidas de blanco para darme un pinchazo o
una pastilla, desde luego blanca.
Y no crea que lo que le he contado es
mentira. No vaya a pensar que porque tengo
un poco de fiebre y a cada rato me quejo del dolor en las piernas estoy diciendo mentiras, porque no es así. Y si usted quiere comprobar si fue verdad, vaya al puente; que seguramente debe estar todavía, toda desparramada sobre el asfalto, la torta grande y casi colorada hecha de chocolate y almendras que me regalaron sonrientes las dos viejecitas de la dulcería.
un poco de fiebre y a cada rato me quejo del dolor en las piernas estoy diciendo mentiras, porque no es así. Y si usted quiere comprobar si fue verdad, vaya al puente; que seguramente debe estar todavía, toda desparramada sobre el asfalto, la torta grande y casi colorada hecha de chocolate y almendras que me regalaron sonrientes las dos viejecitas de la dulcería.
(Cuento incluido en Termina el
desfile, Plaza&Janés,
1986)
No me canso de leer y releer "CON LOS OJOS CERRADOS" que es un cuento fantástico maravilloso. Un secreto que el protagonista comparte con el lector invitándolo en su mundo de niño lleno de sueños y deseos pero sobre todo de lecciones de vida.
ResponderEliminar¡Me encanta!
Rkia
Maravilloso cuento en donde se ve la inocencia de su protagonista y el mundo imaginario que crea al cerrar los ojos, un mundo que el protagonista hace real.
ResponderEliminarAnastasio
Es un cuento estupendo.E niño describe su recorrido rutinario que tiene que hacer casi cada dia hacia la escuela.El niño cuando cierra sus ojos esta soñando d'el mismo reccorido rutinario pero de color blanco
ResponderEliminar¡me gusta!
Kaoutar
A mí no me ha gustado porque no es un cuento profundo. Esperaba que el cuento tuviera otro desarrollo y otro final... ¿Alguien puede explicarme el sentdo del cuento?
ResponderEliminarMehdi
Es un cuento maravilloso de un nino que suena de un mundo libre lejo de lo de su madre y de sus leyes ........ un mundo de libertad sin restricciones..... Y eso se realizara de punto de vista del nino con los ojos cerrados assia
ResponderEliminarA mí me gusta el cuento porque tiene un mensaje ;es que con los ojos cerrados podemos soñar y transformar nuestro mundo negro en un otro blanco y maravilloso.
ResponderEliminarManal
Es un cuento maravilloso, trata de un joven que quiere cambiar la realidad de su vida: cuando cierra los ojos , imagina un mundo perfecto;
ResponderEliminarMe encanta
Ahlam
Es un poco difficil, para mi , comentar de manera literaria este cuento , pero puedo comentarlo de mi punto de vista muy Modesto ! Me gusto mucho por que espresa la manera muy sencilla que ha utilizado un nino para ver la vida como queria que fuera , con muchachos altruistas y capaces de riesgar su vida para rescapar a un animal , con mayores viejas y generosas capaces de ofrecerle un regalo, con vida muy alumbrada y colorada ! Tuvo que cerrar los ojos para ver la vida ideal para El . El escritor intento ponerse en la piel de un nino y hablar de manera indirecta de lo que no le gustaba en la vida ! Eso es lo que noté en este cuento, espero que no es demasiado lejos de la realidad !
ResponderEliminar¡Hola Maria!
EliminarCoincido contigo en lo que has dicho sobre "CON LOS OJOS CERRADOS", y para mi tu comentario es acertado. Y me gusta también que el narrador busque la complicidad y la implicación del lector compartiendo con el su secreto.
Saludos.
Rkia
Claro que el cuento trata de muchas cosas : una descripción del contexto de su familia y aparte la propria vida del nino con sus suenos. Pero, la familia le da influencia ? Creo que no, porque el vivo dentro su burbuja con sus suenos.
ResponderEliminarComo lo dice Rkia este cuento nos da la posibilidad de imaginar al final de tal manera que nos queremos, y así el narrador nos implica a penetrar el ingenio de este nino.
Muy bueno cuento
Bahia
Claro que el cuento trata de muchas cosas : una descripción del contexto de su familia y aparte la propria vida del nino con sus suenos. Pero, la familia le da influencia ? Creo que no, porque el vivo dentro su burbuja con sus suenos.
ResponderEliminarComo lo dice Rkia este cuento nos da la posibilidad de imaginar al final de tal manera que nos queremos, y así el narrador nos implica a penetrar el ingenio de este nino.
Muy bueno cuento
Bahia